En
esta sesión hemos tratado algunos temas importantes que repercuten directamente
en nuestra futura función docente. Tanto desde el MCERL, como la Xunta pasando
por el gobierno y el ministerio de educación todos ponen sus “normas” o
condiciones para ejercer la docencia. Por ello, en la tarea educativa, nos
encontramos ante numerosos problemas que dificultan el desarrollo. Además, el
libro de texto, nuestra principal herramienta de trabajo no suele estar creada
para incluir estas peticiones específicas de los distintos organismos y la
organización del aula se convierte en un puzle donde encajar todas las piezas
resulta bastante complicado. A grandes rasgo, los profesores deben desempeñar
la función docente dentro de un marco muy pequeño de decisión. Es el centro el
que plantea el proyecto educativo y al que debes adecuarte, las horas a la
semana que se va a impartir tu clase y la estructura que va a seguir tu
materia. Además desde el gobierno central vas a tener que responder a unas
evaluaciones específicas unos exámenes externos y en el caso de algunos alumnos
una certificación de nivel de lengua. Por todo esto, se va a ver reflejado que
desde el exterior se va a juzgar tu trabajo, pero no las circunstancias en las
que lo desarrollas.
Personalmente, de entre todas las
dificultades a las que te enfrentas la más difícil de encarar es la edad y
madurez del alumnado de secundaria. Las principales causas por las que
considero que es importante es que son a la vez los primeros implicados y
perjudicados. A pesar de que las edades “físicas” sean parecidas por norma
general las clases no son homogéneas en la edad de madurez mental. El hecho en
sí no es un problema, de hecho es algo normal, pero sí que lo es que no se tenga en cuenta este factor para los diversos
objetivos a alcanzar.
Si nos paramos a analizar cada uno de
los perfiles de alumnos de una clase de secundaria lo normal es que encuentres
múltiples resultados. Por ello, es difícil organizar e impartir una clase bajo
unos estándares impuestos sin pararse a entender cómo funciona ésta. Esta
organización prefijada supone que en cada clase, el docente deba hacer los
contenidos para cada uno de los alumnos, es decir, trabajar el mismo material
de tres o cuatro formas diferentes para que todos ellos comprendan los
contenidos. Por otro lado, y dejando a un lado los objetivos de conocimiento
que el profesor debe alcanzar, las competencias a desarrollar también serían un
problema. No se pueden trabajar los mismos niveles de competencia si los
propios alumnos se encuentran a niveles distintos de desarrollo. Por desgracia
para los alumnos, las leyes y estándares no contemplan estas diferencias dentro
del desarrollo personal que sin embargo, repercuten bastante en la adquisición
del conocimiento. En tercer lugar, entre los propios estudiantes las
diferencias en las etapas de madurez son un impedimento a la hora de formarse
como grupo. Muchas veces, los alumnos con una madurez menos desarrollada se ven
influenciados por los que sí la han desarrollado y manipulan su crecimiento de
alguna manera, de este podo es difícil también crear una conciencia de grupo.
A pesar de que los problemas de pueden
apreciar con más o menos claridad, las soluciones no son tan sencillas. El
hecho de que la etapa escolar se adecúe a unas edades específicas para que a
los 16 años se termine (debido a que es la edad legal para trabajar), hace que
los estándares de desarrollo se sitúen en unos cursos específicos. Sin embargo,
todo esto es derivado de los contenidos y de la “rendición de cuentas” que los
centros deben mostrar al finalizar los cursos. Quizá se podría concebir un
sistema en el cual las edades “físicas” no sean representativas de los cursos.
Cada uno seguimos nuestra propia velocidad de desarrollo y ésta puede estar por
debajo o por encima de esa media prefijada. Actualmente existen algunos métodos
que se alejan un poco de estas prácticas, por ejemplo, el método Montessori no
fuerza a los estudiantes a aprender lo que les exigen en las administraciones
sino que esperan a que sea el propio estudiante el que sienta interés por
estudiarlo o aprenderlo.
En conclusión, los puntos negativos
referentes a la madurez del alumnado es un verdadero hándicap en el desarrollo.
El sistema no destaca por adaptarse a las necesidades del alumnado, sino más
bien en que el docente consiga aunar las exigencias de la administración con la
buena predisposición de los estudiantes desembocando en una trayectoria
académica favorable. Sin embargo, considero que muchas veces no es solo un
proceso de enseñanza-aprendizaje sino que, aunque se nos suele olvidar, ante todo son etapas
de desarrollo y cada uno se desarrolla a su tiempo. El sistema no tiene en
cuenta muchos factores, pero sin duda no contemplar el nivel de madurez de sus
propios alumnos es un craso error que perjudica en gran medida.