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miércoles, 10 de enero de 2018

Entrada 1. Didáctica de la enseñanza de las lenguas extranjeras. Diario

Como habréis podido observar mis queridos lectores, en estas primeras sesiones de esta materia hemos hablado ya de multitud de temas. Para esta entrada he de seleccionar algo que me gustaría compartir con todos vosotros y un tema que me toca con especial interés es la motivación del alumnado y del docente.
         El mundo en el que vivimos hace por sí mismo que la lengua extranjera pase a ser un conocimiento de primer nivel, necesario para el desarrollo de la mayoría de las personas. Expuestos a un mundo globalizado en el que se considera la relación (social y comercial) tan importante, la comunicación toma un papel primario en la sociedad. Sin embrago, esto ocurre una vez que esa necesidad es inminente y no se educa a los jóvenes en esa necesidad de la misma forma. Quizás no ven esa necesidad como inmediata, quizás creen que no es necesario que lo aprendan ahora… Muchos de los adolescentes poco a poco cambian esta idea pero aun así no es suficiente para cambiar su actitud o para cuando lo hacen, es demasiado tarde.
         En la actualidad, los jóvenes tienen muchísimas posibilidades de estar en contacto con la lengua extranjera de una forma regular, sin embargo esto no siempre se pone de manifiesto. Es obvio que si tienen claro el objetivo de aprenderla les será más fácil encontrar las ganas de hacerlo. Sea extrínseco, como sacar una buena nota, o intrínseco, sentirse realizados consigo mismos, es necesario que tengan algún tipo de motivación.
Es menester del profesor una gran parte de esta motivación. Personalmente considero que lo primero es tener conocimiento. Es decir, conocimiento de tu alumno. Por ejemplo, (y personalmente aplicado) un alumno al que le guste el fútbol puede encontrar interés en temas relacionados con eso. El interés denota motivación y lo más probable es que pusiese mucho más empeño en leer artículos futbolísticos de periódicos extranjero. Además yo siempre utilizo la técnica del “¿qué quieres ser de mayor?”. Esta pregunta siempre lleva una respuesta de algo con lo que de por si ellos mismo se motivan, alcanzar la profesión que les gustaría. Del mismo modo, hoy por hoy, prácticamente es aplicable el conocimiento de idiomas para cualquier profesión. Por ejemplo, al caso anterior “¿Qué quieres ser de mayor? Futbolista” podrías debatirle el hecho de que, al irte a jugar a la Premier League tienes que hablar inglés, porque los entrenadores hablan en ese idioma. Del mismo modo y sin que sea tan específico consiste en hacerles entender la importancia del conocimiento simplemente para que el día de mañana nadie te pueda estafar o nadie pueda sacar partido de ti por no saber algo que podrías haber aprendido.
Con esto tampoco me gustaría dejar la motivación del propio profesor al aire. Obviamente para hacer todo esto se requiere, por encima de todo GANAS. La mayor parte de las veces no se entiende que la motivación de los alumnos puede ser altamente afectada por los propios profesores (como por ejemplo el tema del tratamiento del error). Muestra de ello es la creencia de tener “vocación”. Con este término se refiere a que muchas veces no puedes dejar que la situación te sobrepase porque no eres solo tú y si la persona en la que depositan su confianza no se siente motivada, ellos tampoco se sentirán así.
Como alumna y como profesora, una de las frases que más he escuchado entorno a si los alumnos disfrutaban o no la asignatura es “Se nota que al/a la profe le apasiona ese tema” y esto se veía reflejado en como los estudiantes se lo tomaban. Por ello me declaro fiel defensora del papel motivador del profesor, del cual parten la mayor parte de los estados anímicos de una clase. ¿Qué pensáis vosotros?


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